En una era donde la autenticidad es moneda de cambio y la confianza en los medios está en constante evaluación, una nueva figura se abre paso entre las pantallas: los influencers virtuales. Estos personajes generados por inteligencia artificial (IA) ya no son simples curiosidades digitales, sino protagonistas de campañas de marketing globales para marcas como Prada, Calvin Klein, KFC o Samsung (Batista & Chimenti, 2021). Pero, ¿qué tan creíbles pueden ser estos avatares? ¿Logran generar confianza y transmitir expertise como un humano real? Y más importante aún: ¿cómo impactan realmente en el comportamiento del consumidor?
¿Qué es un Influencer Virtual?
Un influencer virtual (o VI, por sus siglas en inglés) es una figura digital creada mediante técnicas de gráficos computarizados (CGI) y, en muchos casos, reforzada con inteligencia artificial generativa. Algunos ejemplos notables son Lil Miquela, Shudu, Imma o Rozy, quienes han acumulado millones de seguidores y contratos de patrocinio con grandes marcas (Angmo,Mahajan & Oliveira, 2024; Gerlich, 2023).
Estos personajes no solo tienen una imagen digital atractiva; también poseen personalidades construidas, narrativas bien desarrolladas y hasta trayectorias profesionales ficticias. Operan como una combinación de estrategia de marca, diseño gráfico, programación y storytelling (Sorosrungruang, Ameen & Hackley, 2024).
El Tridente de Oro: Credibilidad, confianza y expertise
1. Credibilidad: La Ilusión de lo Real
La credibilidad en un influencer tradicional se basa en su experiencia, autenticidad y congruencia entre mensaje y estilo de vida. En el caso de los VI, la credibilidad se construye de forma diferente: depende del grado de humanización (antropomorfismo) y de la coherencia narrativa (Batista & Chimenti, 2021; Sorosrungruang et al., 2024).
Estudios recientes demuestran que los VI, especialmente los hiperrealistas, pueden generar niveles de credibilidad comparables a los influencers humanos, si se perciben consistentes y profesionales (Gerlich, 2023). Sin embargo, esto tiene matices. La hiperrealidad puede generar rechazo si se cruza la línea del uncanny valley, provocando incomodidad en el público (Yu et al., 2024).
2. Confianza: ¿Podemos Conectar con una Máquina?
Gracias al paradigma de Computers Are Social Actors (CASA), se entiende que las personas responden emocional y socialmente a las máquinas que muestran comportamientos humanos (Yu et al., 2024). Los VI pueden simular emociones humanas con gran eficacia, lo que permite generar vínculos emocionales y parasociales con los usuarios (Looi & Kahlor, 2024).
Según Gerlich (2023), los consumidores incluso perciben a los VI como más confiables que los humanos, al no estar expuestos a escándalos, errores o declaraciones polémicas. Su programación estable y controlada ofrece seguridad tanto para las marcas como para el público.
3. Experticia: ¿Qué tan “expertos” pueden ser?
Aunque un VI no tiene vivencias reales, puede simular conocimiento experto mediante la curaduría de contenido por parte de equipos humanos. Esto permite emitir mensajes estratégicos, precisos y alineados con los valores de marca, lo que genera una percepción de expertise efectiva (Batista & Chimenti, 2021; Aszkiewicz, 2024).
La experticia, por tanto, se vuelve una construcción narrativa más que una vivencia. Por ejemplo, un VI del sector moda puede “hablar” con autoridad sobre tendencias, al haber sido diseñado por un equipo de estilistas, programadores y estrategas digitales.
El atractivo visual y narrativo: Un valor potenciado
Los VI no solo deben parecer humanos, también deben lucir perfectos. Este atractivo se construye desde el diseño gráfico, pero también desde su comportamiento, valores proyectados y narrativa emocional (Angmo et al., 2024; Yu et al., 2024).
Según Looi & Kahlor (2024), los VI tienden a generar un engagement alto porque están diseñados para evocar emociones ideales. No envejecen, no se enferman, no tienen crisis personales y están disponibles 24/7 para promocionar productos sin conflictos éticos (Gerlich, 2023).
Esta perfección, aunque potente, también plantea dilemas sobre los estándares de belleza, representatividad y autenticidad que consumimos (Sorosrungruang et al., 2024).
¿Cómo impactan en el comportamiento del consumidor?
Los resultados empíricos muestran que los VI pueden influir en la intención de compra significativamente. Incluso, algunos estudios indican que superan a los influencers humanos en determinados contextos, especialmente con públicos jóvenes como la Generación Z (Gerlich, 2023; Pushparaj & Kushwaha, 2024).
Sin embargo, el nivel de influencia de los VI varía según el tipo de producto y la narrativa empleada. En sectores como moda o belleza —donde la estética y el diseño son clave— su impacto es mayor (Looi & Kahlor, 2024). En áreas como salud o bienestar, donde se valora más la experiencia real, los consumidores tienden a preferir influencers humanos (Sorosrungruang et al., 2024).
Además, la interacción emocional (likes, comentarios, shares) se ve influenciada por las expresiones emocionales proyectadas por los VI. La sonrisa, el asombro o la tristeza bien representados estimulan el engagement del usuario (Yu et al., 2024).
Las ventajas para las marcas
Desde una perspectiva empresarial, los VI ofrecen ventajas claras:
- Control total del mensaje (Gerlich, 2023).
- Escalabilidad y consistencia global (Aszkiewicz, 2024).
- Disponibilidad permanente y ausencia de riesgo reputacional (Looi & Kahlor, 2024).
- Costos más bajos a largo plazo y mayor ROI esperado (Sorosrungruang et al., 2024).
Su uso permite campañas estables, sin sobresaltos ni improvisaciones, especialmente útiles en contextos de marketing de precisión.
Riesgos y consideraciones éticas
Pese a sus ventajas, los VI abren dilemas éticos importantes:
¿Debe ser obligatorio identificar que son no-humanos? (Angmo et al., 2024).
¿Quién decide cómo se representan género, raza o belleza en estos personajes?
¿Es ético generar vínculos emocionales falsos con consumidores? (Sorosrungruang et al., 2024).
¿Quién es legalmente responsable del contenido de un VI? (Aszkiewicz, 2024).
La regulación aún es ambigua, y mientras tanto, las marcas experimentan en un terreno fértil pero incierto.
¿Confianza artificial o el nuevo realismo?
Los influencers virtuales representan una transformación profunda del marketing de influencia. Son controlables, visualmente perfectos, emocionalmente eficaces y potencialmente más económicos. Pero su éxito radica en parecer humanos sin serlo.
La confianza, credibilidad y experticia ya no dependen de la experiencia real, sino de la percepción digital, y en eso los VI son especialistas.
¿Son una amenaza para los influencers humanos? No necesariamente. Pueden ser complementarios, ocupando roles donde la perfección técnica y narrativa sea preferida, mientras que los humanos seguirán liderando en autenticidad emocional y experiencias vividas.